Por Antonio Salerno
De este título, en lo que
atañe a Enmienda, debemos tomar la segunda acepción que el Panhispánico de
dudas nos expone: satisfacción y pago del
daño hecho. No por parte de los aludidos en esta crítica, sino cobrada por
escrito en ella. No puedo involucrar al Suplemento Dominical de La Industria en toda su
extensión, pero sí responsabilizarlo por varios deslices, por omisión o veto,
que enumeraré sin circunloquios y sin hacer de la generalización un arma para
zaherir y ofender públicamente.
Hace dos semanas publiqué
“Crítica a un hombre mediocre”, un artículo que no debió ser visto más que por
amigos y familiares en una red social personal, pero que terminó rebotando,
gracias la pertinente testarudez del poeta Stanley Vega, en un blog de cierta afluencia (Prohibido Estacionarse) y que trajo
como consecuencia un distendido silencio, que me llevó a pensar en la
posibilidad de un “recogimiento” por parte de Marco Zanelli, a quien señalé y
enmendé yerros abiertamente en calidad de lector indignado. Sin embargo, en las
dos últimas entregas del Suplemento, he encontrado reiteradas afrentas,
inadmisibles tratándose de una publicación que promueve la cultura en la
región.
En esta oportunidad no
pretendo hacer hincapié en los desatinos de los redactores de La Industria , sino que
expresaré un juicio de valor extraliterario, como ciudadano comprometido con el
desarrollo cultural de mi ciudad, sobre la carencia de ética y principios que
los señores Marco Zanelli y Carlos Bancayán dejan traslucir en su trabajo como
“periodistas culturales”.
En el Suplemento publicado
el domingo once de agosto Carlos Bancayán publicó un artículo sobre “Modelo de
escritor” –libro de cuentos escrito por Arturo Rodríguez y publicado por la
editorial independiente Prometeo Desencadenado, dirigido por Stanley Vega-, en
donde expone su bienhadado punto de vista y apreciación sobre el trabajo en
mención. No tendría nada de malo que el señor Bancayán criticara la obra, sería
sobresaliente –la buena crítica, con fundamento y cimiento académico, enaltece,
coopera y enriquece la literatura-, sin embargo no es lo que sucede. Todo el
artículo se desarrolla en base a la buena voluntad y sincero aprecio hacia el
autor de la obra. Lo objetable, en lo que sigue, es peor: la ilustración, que
muestra claramente la portada de “Modelo de escritor”, tomada en un plano de
contrapicado llano, muestra un veto. Parte de la fotografía está difuminada a
propósito, pasando por alto todos los conceptos éticos existentes. Es evidente,
la sección del libro que se desenfoca es la que corresponde al sello editorial,
perteneciente al censurado poeta y editor Stanley Vega.
¿Cuál es la
responsabilidad del señor Bancayán? La de no haber hecho su descargo ipso facto, tan luego vio publicada la
afrenta a Prometeo Desencadenado y su propietario. Me queda claro que tanto él
como los personajes encriptados que se encargaron de editar y diagramar el
artículo fueron conminados por un superior a tolerar un vedo incontinente,
amoral y que deja en evidencia su falta de principios y respeto a la propiedad
intelectual.
Por otro lado, en el
Suplemento Dominical de esta semana, Marco Zanelli pretende aleccionar a los
que considera “críticos racistas del lenguaje”, publicando “Discriminación
lingüística: estupidez aceptada”. Ahí el señor Zanelli recae en la
generalización mema y cobarde, de la más pobre factura. No tolero la carencia
de congruencia que este aprendiz de redactor demuestra: hace algunos meses, en
su publicación del nueve de diciembre del 2012, para ser específico, Zanelli
publicó un artículo ominoso, propio de la peor mano que haya escrito en un
diario. Se trataba de una crítica a la literatura regional, como de ordinario
en él, en la que, textualmente, recitaba: “…hay libros que merecen el olvido.
Merecen ser el soporte del taco de un mueble o bien ser enviados al cajón de un
armario abandonado. Por ejemplo, los libros de la mala literatura chiclayana.
O, mejor dicho, los libros que en ciertos grupúsculos se editan…”.
Es éste el tipo de
críticos que tenemos en la región, monigotes como el señor Zanelli, a quien
todos vemos como un triste espantapájaros, un felpudo que le lame las nalgas a
su señor y escribe lo que éste le recita tras la nuca. Es por eso por lo que
sus artículos no tienen la consistencia ni los testículos para nombrar a sus
aludidos, y en “Discriminación lingüística: estupidez aceptada” vuelve a
manifestarlo. Él –y esto lo digo sin cometer una falacia ofensiva
circunstancial-, tiene la porfía de escribir: “El racismo…, también es
calificar de ignorante, iletrado e incapaz a cualquiera que no se comunique
como la gramática normativa dicta…”.
Sépalo bien, señor
Zanelli–y esta será la última vez que me encargue de usted, porque tengo claro
de donde provienen sus palabras, porque usted no es más que un muñeco de
ventrílocuo, todos lo sabemos-, que su “trabajo” es lidiar con las palabras,
entenderse con el lenguaje de una manera eficiente y no mordaz, como lo viene
haciendo. Pero además de esto, sepa que no solo como literato, sino que también
como “periodista”,está echado a perder, agusanado; apesta y ya nadie digiere
nada de lo que el Suplemento Dominical de La Industria le permite
exponer en sus páginas profanadas por abyecciones y escupitajos atroces todas
las semanas. Esta es mi opinión.