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Ediciones Prometeo Desencadenado

junio 03, 2009



Mitos y leyendas de Kañaris
Joaquín Huamán Rinzza
50 páginas


Perú, miércoles, junio 03, 2009
Etiquetas: Joaquín Huamán Rinza, Mitos y leyendas de Kañaris
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Antología Poesía de Chota Dandy Berrú David Núñez El rojo placer de las flores Ernesto Zumarán Joaquín Huamán Rinza Karina Bocanegra Kesler Gálvez Los templos ausentes Manuel Bustamante Matilde Granados Mitos y leyendas de Kañaris Narrativa La Libertad Narrativa Lambayeque Ocarina Olor a bruma Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo Poesía Lambayeque Poesía Valle de Jeqietepeque Poesía del 2000 Lambayeque Prosternación Sombras en el horizonte Videlmo Núñez Voces de Acunta

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(Catálogo)


Los templos ausentes
Ernesto Zumarán
96 páginas


"En Los templos ausentes, segundo poemario de Ernesto Zumarán, la palabra adquiere la forma de una prolongada oración en medio de las dunas. Cada imagen que surge es casi una dolorosa fantasmagoría. En sus versos habita el agobio que causa toda partida definitiva. Y es que cada ser amado, a la hora de morir, se convierte precisamente en un templo, aquel enardecido Templo Ausente que parece encontrarse en ese ansiado cíclico tránsito que va del desierto a la palabra, donde el recuerdo apenas urde un resquicio de luz, y donde también los efluvios inciertos de la noche eligen su propio camino hasta hallar en él lo que tiene de vastedad, lo que tiene de sueño, lo que tiene de olvido"

Stanley Vega

Prosternación
Karina Bocanegra Salcedo
44 páginas

LA NO PROSTERNACIÓN DE NATHANIEL KING

Si partimos del título podemos afirmar que no se trata de una “prosternación” del modo ritual, que denota sumisión de la criatura ante Dios. La situación es diferente. Sobre la base de lo leído en el texto de Karina Bocanegra, podemos inferir que su protagonista, Nathaniel King, siente que es su entorno familiar y la sociedad en general, quienes buscan tenerla en una postura de sometimiento, pero ella es un ser rebelde, disconforme, que cuestiona todo lo establecido. El relato se centra en la configuración del complejo perfil psicológico de la protagonista para comprender al final un sugerido desenlace trágico en la vida de la misma. El texto está dividido en tres segmentos bien definidos. En el primero nos hallamos ante un narrador testigo, a quien no se logra identificar, que en líneas generales nos revela algunos rasgos de la protagonista. Estamos ante una adolescente lúcida, perspicaz y solitaria que ha seguido tratamiento psiquiátrico a causa de la depresión.

Ella siente repugnancia por la sociedad y por ende infringe sus normas. Nathaniel sostiene una relación homosexual con una compañera de su instituto con quien, además, comparte la seducción por el suicidio. En el segundo segmento nos hallamos ante la voz de cinco narradores quienes confirman lo señalado en el primer segmento. El testimonio de sus padres, de una compañera de clase, de un antiguo pretendiente y la de Darketa, su pareja sentimental, brindan mayores detalles acerca de la protagonista. En el segmento final, el lector accede al diario íntimo de Nathaniel King y de esta manera el círculo se cierra, pues descubrimos las causas o pulsiones que orientaban el comportamiento de la joven. Si tomamos en cuenta los datos aparecidos a lo largo del texto podemos asociar el comportamiento de Nathaniel con el campo de los complejos psicológicos. Su desprecio y repugnancia hacia las personas a quienes considera “inferiores y patéticos” tiene su base en un profundo sentimiento de inferioridad propiciado por un rechazo frecuente a lo largo de su vida, por parte tanto de sus seres más caros como por la sociedad. En su diario, Nathaniel escribe: “Leí alguna vez que nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento, pero en mi caso esta oración resulta inútil”. Ante esta situación, ella se construye una coraza para mantenerse a salvo de los demás. Estamos en realidad ante una víctima que se siente distinta, pero que busca ser reconocida y aceptada. No obstante, ante el rechazo frecuente busca una salida drástica no sólo para huir, sino para gritar también a los demás su valentía y trascendencia. Se habla del complejo de Empédocles para referirse al caso de aquellas personas que sienten compulsión por el suicidio y así realzar el propio equilibrio autoestimativo quebrantado, todo esto con el fin de aparecer como un héroe ante sí y ante los demás. A este caso se acerca el perfil de la protagonista. Como se puede percibir, Karina Bocanegra ha configurado en su relato un personaje seductor e inquietante con una prosa ágil, detallista y con ciertos arrebatos lúdicos, pero que, por otro lado, carece de versatilidad, además muestra ciertos deslices gramaticales y de estilo. Sin embargo, la presencia imponente de su protagonista contrarresta estos reparos. Finalmente podemos acotar que este tipo de personaje o sujeto homoerótico que hallamos en este relato es bastante novedoso en la narrativa peruana. Además, la protagonista de Prosternación nos recuerda conmovedoramente a ese grupo de poetas suicidas como Anne Sixton, Alfonsina Storni o Sillvia Plath marcadas por las perturbaciones y la muerte.

En líneas generales nos hallamos ante una historia que nos seduce por la intensidad emocional de su protagonista y su estructura singular. Estos dos rasgos son suficientes para dar cuenta del talento de una novel escritora de quien esperamos noticias mayores muy pronto.


Fernando Carrasco

Voces de Acunta
Videlmo Núñez Tarrillo
124 páginas


"En esta antología confluyen las voces de más de cuarenta autores, entre poetas y narradores nacidos en una de las provincias más importantes de Cajamarca: Chota. Voces que exaltan cada suceso cotidiano, cada vivencia, cada gesto, cada respiro. Voces que en ocasiones se tornan riachuelos, relámpagos. Voces que así mismo no dejan de lado esa parte íntima y solitaria. Esta son las Voces de Acunta"

Sombras en el horizonte
Kessler Gálvez
50 páginas

"Escribir para acercarse al corazón de un ser omnipotente, divino. Y es que la incertidumbre sólo deja indivisibles momentos, sombras en medio del desierto. Mas la poesía surge como una oración, como un incienso para ser encendido a través del amor que apenas flamea su llama silenciosa"

Ocarina
Manuel Bustamante
28 páginas

FERVIENTE MÚSICA DE UNA “OCARINA”, POEMARIO DE UN JOVEN LAMBAYECANO

La poesía de núbiles bardos suele ser aburrida, llena de metáforas cursis inspiradas en musas de labios carmesí y cabellos ensortijados. O bien tienen los acnés indeseados de las fallas gramaticales, sintácticas y semánticas (propios de los púberes cuando descubren su hombría); o bien escasean de coherencia lingüística –no basta leerse un par de libros sobre la correcta escritura o algún manual de redacción para universitarios *– la cual empobrece el debut del poeta representante de la llamada generación del 2000 (“Nueva Literatura Peruana”).

Manuel Bustamante (Lambayeque, 1988), es parte de esa generación boyante, acaba de publicar su primer libro “Ocarina” (Prometeo Desencadenado, 2010); y también es núbil. No se podría clasificar igualmente su poesía, que está embargada de versos maduros, bajo la influencia de Alfredo Quíspez Asín, quien lo guía a través de su aventura literaria en los resquicios del arte poética.

Tan sólo 24 páginas nos zambullen en el mundo idílico, rabioso por momentos, existencialista y febril de Bustamante, quien no duda en gemir sus desasosiegos más ardorosos: “Tú, / que haces que me traicione al pie de mis intenciones, / que me haces palidecer / sin que te importe, / que me robas unos cuantos rasgos / y me nombras sin estar allí.”

Este grito de impotencia y animosidad refleja el alma inconforme del poeta, que a sus cortos años ya vislumbra el derrotero torturante por donde han de llevarlo los versos: “He querido despertar / y encontrarme lleno de palabras suficientes, / palabras que me sirvan de refugio / o que me ahoguen en esta desidia / y me muden a otra vida.”

Esa fascinación por hallar la palabra exacta, palabras precisas que se ajusten a su imaginario estético, idealista, mórbido, evidencian una pasión verosímil y tempranamente austera. Le grita a la poesía, a esa dama subjetiva cuya fealdad compite con la luna, el pretender hacerlo arder bajo su sombra mientras abre el tiempo y destroza los espejos: “…sembrarte en este rincón, / dulce y exquisito / sin importarte caer. / Pretendes ser un poco de vida en mi vida, / un poco de esperanza en mi desesperación, / deslizarte en el matiz de las horas en que deambulo.

Más adelante es a Sylvia Plath a quién destila sus versos, cargados de erotismo simbólico y sufrimiento solapado: “Abre mi cuerpo. / Ramifícame. / Sucédeme. / Ilumíname / en el perfil de esta oscuridad / de escarcha y piedras preciosas. / Déjate aquí, / si te abro las puertas, / y dejemos a las palabras ahogarse en su propia sangre.”

Ya no es esa masculinidad turbia la que describe el acto sexual, más bien una inusitada feminidad que pide ser abierta en la oscuridad.

El poema que delata una irrevocable influencia de Moro se encuentra en la página 16: “A la desesperación / A la venganza de los placeres más exquisitos / Al viento ebrio que golpea y susurra su esencia / Al tiempo y su interior desesperado que subyuga los momentos / A los sirvientes movimientos, a su imperio / A la razón más inaudita y rebelde / Al habla del dolor intenso y persistente del regocijo…”. Este himno es un tributo directo al Prestigio del Amor.

Hay en estas líneas evidente sensibilidad frente a elementos rústicos que conforman la realidad; gritos sordos, lejanos, como silenciados por el propio rapsoda quien no duda en desplomarse antes de empuñar la espada: “…A la esperanza destruida y sola –totalmente loca-[…] A las palabras más aterradoras y asesinadas.”

Deshecha la envidia por ser corrupta y al discurso oral por estar “embrujado”. Se vislumbra una visión fatalista de la existencia que rechaza lo ordinario y lo vuelve zafio e indigno.

Casi al final del libro denuncia a la poiesis por ser causa y efecto de su infortunio, propio del rapsoda que solfea a sabiendas de que ese canto, la voz con que lo profiere y la rima misma son causantes de su desgracia; al mismo tiempo lucha contra ella, se declara un gladiador de las horas corrosivas y amargos minutos: “Voy a dejar que luzca desastrosa, / que no cale tanto. / Que no me despeine en la madrugada / entre el sueño en que aparece. / Que no me abandone / entre aquellos trastos de tristeza, / en horas corrosivas / de desconsiderados y amargos minutos. / Voy a dejar que deje de tocar mi puerta / Voy a conminar sus llamas con mi resplandor.”

El mejor poema del libro, sin duda el más contundente, sentido, real, libre y sin miramientos de Bustamante, que ya se erige como una figura sorpresa de las letras lambayecanas.

Karina Bocanegra Salcedo
Trujillo, junio de 2010

* Ya lo decía Violeta Barrientos, conocida teórica y poeta limeña: “Hoy en día se escribe poesía sin haber estudiado la tradición literaria” (Fuente: http://lacasadelabelladurmiente.blogspot.com)

Olor a bruma
David Núñez
50 páginas

Pro-logos

Olor a bruma de David Núñez es la búsqueda del sentido último de las cosas, cosas como la del amor y de la existencia finita. Poemas de revelaciones y reflexiones en torno a lo trascendental, para los cuales se basa en la vasta memoria humana. Como dice el poeta Antonio Gamoneda: “En la escritura poética no se trata tanto de dar información, sino de que algo que quizás estaba oculto, incluso para el propio poeta, se incorpore al pensamiento y, posteriormente, al lenguaje poético, o viceversa”. En esa línea, Núñez parte del primer mito, el que da origen a la vida: “Dios ha pasado dejando/ su creación sobre mis manos”. Y siguiendo la filosofía de Cioran, el pensamiento cínico y nihilista, va demoliendo los cimientos del propio conocimiento, todo lo sabido acerca de la vida se vuelve relativo: “Soy árbol/ (digo entonces)/ entre un bosque/ de mentiras”. El poeta, expulsado, va hacia la ciudad, su habitad pétreo pero lleno de sensualidad y misterio: “Es una hermosa mujer/ parada frente al mar/ del universo”. Allí concluye que el sentido de la vida es, en apariencia, lo inverso a “proseguir o seguir”, como decía Martín Adán (“sabiduría no es estar/ sin noción de nada, sino proseguir o seguir/ a pie hacia el ya”): “No será posible la felicidad/ mientras lleve en la frente/ estampado el anhelo/ de seguir viviendo”. Fiel a su radical nihilismo, de crítica desmitificadora, el hombre es concebido solo como un punto en el vacío, “que ahora flota/ sin motivo ni causa/ agitado apenas por el viento”, en los intramuros del laberinto del propio yo, en un absurdo soliloquio, “semejante a un perro/ que ladra pero no muerde”, “a través de un camino/ que nunca se acaba”. El hombre es un ser distinto a sí mismo - y Dios no tiene imagen -, el hombre “es tan distinto a su sombra”. Quizás no hay sentido de la vida (las instituciones, como la iglesia, son falsas). La historia entonces transcurre tan solo entre el nacimiento y la destrucción, el hombre es su propio demonio: “La tierra,/ hermoso globo marrón/ que el hombre hará explotar”. El poeta ahora está “de cara a la muerte”; de ahí que su apuesta radique en los poemas de la segunda sección de Olor a bruma, en el amor. Como poeta de la materia y de la angustia trascendental, aborda este giboso tema literario desde su carnalidad: “Tu cuerpo/ entre mis brazos/ es un fresco jardín”. Con reminiscencias al origen divino de la vida, al Edén, el locus amenus deviene en el lecho de los amantes, que se convierte en puerta para la huida: “La cama está/ colmada de silencios./ Furioso, arrastro el deseo./ Es mi única salida.” El amor como deseo, el deseo como pecado y liberación. Y la mujer como cosmos: “Nunca has dejado de ser/ la luna llena/ pues al final de cada/ estación/ siempre retornas a mi”. De esta visión melancólica, nace el ritual: “Tu ausencia/ se ha convertido/ en una larga historia/ colmada de silencios.” Y de aquel ritual de los amantes en el lecho cósmico nace la poesía “colmada de silencios” también, porque el conocimiento y el amor podrán llevar al hombre a tantear apenas lo que es el sentido último de las cosas, pero no a abordarlas (Cioran escribía: “Me seducen las distancias lejanas, el inmenso vacío que proyecto sobre el mundo. Crece en mí una sensación de vaciedad; se infiltra en mi cuerpo como un fluido ligero e impalpable. En su avance, como una dilación hasta el infinito, siento la presencia misteriosa de los sentimientos más contradictorios que ha acogido jamás el alma humana. Soy feliz e infeliz a la vez. Estoy exaltado y deprimido, desbordado por el placer y la desesperación en la más contradictoria de las armonías. Estoy tan alegre y tan triste que en mis lágrimas se reflejan el cielo y la tierra al mismo tiempo. Aunque sea solamente por la alegría de mi tristeza, querría que no hubiera más muerte en esta Tierra. "). No la razón sino la poesía nos llevará a descifrar esos silencios, lo sabe el poeta: “Mis manos hasta hoy/ no han encontrado el final”. Olor a bruma es un libro de poemas dispuesto a dejarnos removidos por dentro, a desconfiar de lo que nos rodea, para que, luego de las brumas, disueltas las borrascas, empecemos a amar las cosas esenciales, no la abundancia sino lo necesario. He ahí su brevedad y su hondura.

Miguel Ildefonso
Portada del Sol, 2009

Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo
Matilde Granados
24 páginas


PALABRAS LIMINARES

Uno de los aportes más importantes de la poesía escrita por mujeres en el Perú es la desacralización del imaginario poético. La idea de que existen temas que no pueden ser abordados desde la poesía tiene sus raíces más profundas en la aceptación de una estructura patriarcal de la sociedad que relega, a la esfera de lo privado y al silencio de las cuatro paredes, aquellos temas que suponen no se puede ni debe ventilar en un espacio público. La tendencia a trivializar o considerar de arte menor la poesía que no habla de los grandes temas de la literatura o la que desde perspectivas tan disímiles como el de las mujeres cuando poetizan aspectos inherentes de la vida cotidiana tan comunes y corrientes como el amor, también obedece a la idea de que existe un ámbito público, el de las ideas, donde se construye el discurso oficial poético.

Así, la sexualidad, el amor, el cuerpo, sus cambios y miserias se reservan para el terreno de lo privado. Poetizar sobre ellos, para algunos sectores de la crítica literaria, constituye un atentado al pudor. La irrupción de una promoción notable de poetas como Carmen Ollé, Mariela Dreyfus, Rocío Silva Santistevan, entre otras, significó en la década de los ochenta, a la vez que una ruptura de lo hasta entonces establecido en términos de tradición poética, la visibilización de temas históricamente ausentes en la poesía peruana. Una tradición orgullosa de un mal consabido recato y seriedad como si se tratase de ingredientes indispensables para hacer buena poesía.

Dentro de esta rica tradición, la cual indudablemente no puede verse fuera del contexto de toda la producción poética peruana, se ubica el conjunto Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo de la joven poeta chiclayana Matilde Granados Con versos de corto aliento pero contundentes, sin apelar a artificios lingüísticos ni velados por un preciosismo retórico, Matilde construye la geografía de un cuerpo castigado y asfixiado por la convenciones sociales, la familia, la prisión del amor, la sociedad, el mundo que se presenta como una región prohibida, como si no se fuese parte de él. Contradictoriamente, el solfeo al que hace alusión el título del libro no aparece como un apagado rumor, es sincopado, como una cascada de sugerencias o gritos de denuncia aunque luego ríe. Humor negro para dar cuenta del desencanto generacional en un iniciático siglo XXI que poco o nada ofrece a una joven mujer. Poesía rebelde y joven, juventud que no tiene que ver con la edad cronológica de la autora sino con el espíritu del libro. Juego de astucias y formas irreverentes. Para oír lo que ésta poeta quiere decir hay que despojarse de ideas preconcebidas acerca de la poesía tradicional. Bienvenida sea esta ruptura. La poesía se merece todos los riesgos posibles.


Roxana Crisólogo
Miraflores, enero de 2007

Mitos y leyendas de Kañaris
Joaquín Huamán Rinzza
50 páginas

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