junio 03, 2009


Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo
Matilde Granados
24 páginas

PALABRAS LIMINARES

Uno de los aportes más importantes de la poesía escrita por mujeres en el Perú es la desacralización del imaginario poético. La idea de que existen temas que no pueden ser abordados desde la poesía tiene sus raíces más profundas en la aceptación de una estructura patriarcal de la sociedad que relega, a la esfera de lo privado y al silencio de las cuatro paredes, aquellos temas que suponen no se puede ni debe ventilar en un espacio público. La tendencia a trivializar o considerar de arte menor la poesía que no habla de los grandes temas de la literatura o la que desde perspectivas tan disímiles como el de las mujeres cuando poetizan aspectos inherentes de la vida cotidiana tan comunes y corrientes como el amor, también obedece a la idea de que existe un ámbito público, el de las ideas, donde se construye el discurso oficial poético.

Así, la sexualidad, el amor, el cuerpo, sus cambios y miserias se reservan para el terreno de lo privado. Poetizar sobre ellos, para algunos sectores de la crítica literaria, constituye un atentado al pudor. La irrupción de una promoción notable de poetas como Carmen Ollé, Mariela Dreyfus, Rocío Silva Santistevan, entre otras, significó en la década de los ochenta, a la vez que una ruptura de lo hasta entonces establecido en términos de tradición poética, la visibilización de temas históricamente ausentes en la poesía peruana. Una tradición orgullosa de un mal consabido recato y seriedad como si se tratase de ingredientes indispensables para hacer buena poesía.

Dentro de esta rica tradición, la cual indudablemente no puede verse fuera del contexto de toda la producción poética peruana, se ubica el conjunto Para oír el solfeo exiguo de mi cuerpo de la joven poeta chiclayana Matilde Granados Con versos de corto aliento pero contundentes, sin apelar a artificios lingüísticos ni velados por un preciosismo retórico, Matilde construye la geografía de un cuerpo castigado y asfixiado por la convenciones sociales, la familia, la prisión del amor, la sociedad, el mundo que se presenta como una región prohibida, como si no se fuese parte de él. Contradictoriamente, el solfeo al que hace alusión el título del libro no aparece como un apagado rumor, es sincopado, como una cascada de sugerencias o gritos de denuncia aunque luego ríe. Humor negro para dar cuenta del desencanto generacional en un iniciático siglo XXI que poco o nada ofrece a una joven mujer. Poesía rebelde y joven, juventud que no tiene que ver con la edad cronológica de la autora sino con el espíritu del libro. Juego de astucias y formas irreverentes. Para oír lo que ésta poeta quiere decir hay que despojarse de ideas preconcebidas acerca de la poesía tradicional. Bienvenida sea esta ruptura. La poesía se merece todos los riesgos posibles.

Roxana Crisólogo
Miraflores, enero de 2007